"Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos,
luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí,
sino para aquel que murió y resucitó por ellos"
2 Corintios 5:14-15
Dentro de las películas de terror hay un sub género llamado películas zombies. Para todos creo que es obvio a que hacen referencia: un virus, producto químico, parásito del espacio exterior o una causa sin determinar, produce que los muertos «decidan» no permanecer muertos y se levanten para ser guiados por instintos animales que los llevan a alimentarse de los seres humanos. Estos muertos vivientes caminan sin conciencia, sin voluntad, sólo guiados por «su hambre», no desisten, permanecen en su deseo. Aunque suene un poco extraño y grotesco la Biblia nos llama a ser un tipo de muertos vivientes.La Biblia dice que debemos presentarnos como un sacrificio vivo agradable a Dios, que debemos morir a nosotros mismos y ofrecer nuestra vida a Dios como un sacrificio voluntario. Pero adicionalmente nos dice que si Cristo murió por nosotros entonces todos estamos muertos. Esto no quiere decir que seamos zombies o algo parecido, sino que si Cristo murió por mi, y recibió la muerte que yo debía recibir, entonces mi vida ya no me pertenece sino que le pertenece a Él, de tal manera que ya no vivimos sujetos a nuestra voluntad sino a la Suya. Así que no podemos compararnos con los zombies que nos muestra Hollywood que de forma involuntaria y casi accidental terminan vagando de un lugar a otro, sino que somos muertos voluntarios que han entregado su vida y sus decisiones a aquel que murió por nosotros. Sin embargo, no significa que no tenemos libre albedrío, al contrario hemos tomado la decisión voluntaria de morir a nuestros deseos y pensamientos para hacer la voluntad de Dios, y Él obra y usa a aquel que se lo permite. Sin embargo, hay algo que podemos «aprender» de los zombies, su perseverancia. Ellos son constantes en seguir por el deseo que está «implantado» en su cerebro. De igual manera debemos perseverar, no como seres descerebrados, sino constantes en nuestro deseo de vivir para Cristo y en hacer su voluntad. Tal vez para el mundo parezca extraño, pero podemos responder que somos muertos vivientes, que morimos a nosotros para vivir para Él.
Juan Carlos Ocampo Mora